¿UN MINISTERIO AL ESTILO JEREMÍAS?

Por David Christensen

“Bueno… Si tu iglesia no crece…” le dijo la esposa de un expastor a Barbara Hughes, “Kent sentirá que es un fracaso”. Barbara había estado hablando con una mujer cuyo esposo había dejado el pastorado para vender seguros de vida. Sabía que el éxito en un ministerio generalmente se mide por números que van en aumento. Kent y Barbara estaban luchando con el problema en una iglesia que se iba reduciando y resultó que Kent se sentía como un fracasado. Recuerdo que hacía años había sido parte de una clase que dieron Kent y Barbara en la que hablaron de su experiencia y sentí que había sido de gran beneficio para mí. Yo era un pastor nuevo que apenas empezaba en el ministerio. En respuesta, Barbara dijo: “No tengo la explicación, pero estás equivocada y ¡no voy a descansar hasta que averigüe por qué!”[1]

Ya sea que lo admitamos o no, con frecuencia medimos el éxito ministerial de acuerdo con los números. Los pastores exitosos son los que atraen la atención de muchas personas; por el contrario, los pastores fracasados no. Sin embargo, este es un paradigma equivocado que solo conduce al desánimo. ¿Puede un pastor ser exitoso en una iglesia pequeña? ¡Sí! ¿Hemos fracasado como pastores si no atraemos más y más personas a la iglesia? ¡No! ¿Qué sucede si la gráfica de asistencia de la iglesia va hacia abajo en lugar de hacia arriba? ¡Es posible que nuestro llamado sea un ministerio tipo Jeremías! Jeremías era exitoso en la forma en la que Dios mide el éxito. Un ministerio al estilo Jeremías es un ministerio exitoso.

La historia de Jeremías

Dios llamó a Jeremías a pastorear a Su pueblo (Jer. 1:4-10), pero también le aclaró que el ministerio podría ser difícil. Era muy probable que las personas se opusieran contra él, así como era probable que se sintiera abrumado por los conflictos. Según los estándares de este mundo, quizás pudo haberse sentido un fracaso, pero Dios lo fortalecería (Jer. 1:17-19). Debía permanecer fiel y así lo hizo. Jeremías le dijo a la nación que no hiciera alianza con Egipto, pero ellos desobedecieron. Jeremías predicó para que se arrepintieran, pero, al contrario, rechazaron su mensaje. Después de que Dios juzgó a la nación por medio de ejército de Babilonia, el remanente quería huir a Egipto. Jeremías les dijo que no huyeran de la voluntad de Dios (Jer. 42), pero a pesar de todo, lo hicieron. Desobedecieron a Dios y huyeron a Egipto. Sin embargo, Jeremías se fue con ellos (Jer. 43). Después de todo, Jeremías era su pastor, incluso en la desobediencia. Jeremías vivió toda su vida pastoreando al pueblo en el exilio, enseñándoles la palabra y la voluntad de Dios. Les dio esperanza para el futuro, incluso en su desobediencia. Jeremías siguió siendo el pastor de quienes no querían escucharlo, en un lugar donde él no quería estar.

  1. Nuestro éxito se mide según la obediencia al llamado de Dios.

Dios llamó a Jeremías “para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar” (Jer. 1:10). Su llamado cubre el espectro del ministerio y de esa misma forma es el llamado de Dios hacia nosotros. Es fácil sentirse exitoso durante la construcción y la plantación, pero ¿a quién le gusta estar derribando y arrancando? Los pastores renuncian y buscan nuevos ministerios cuando el camino se vuelve difícil y la razón de ese cambio es que solo buscan tener éxito. Yo también quería ser exitoso; recuerdo que veía varias iglesias que iban en crecimiento y anhelaba el mismo éxito. Mi falta de contentamiento con el llamado de Dios se convirtió en una metástasis de envidia. Pasó mucho tiempo antes de que me diera cuenta de que Dios no me había llamado a ese tipo de ministerio. Aprendí a tener contentamiento con el llamado que Dios tenía para mí. Aprendí que Dios mide mi éxito por mi obediencia a su llamado y no al compararme con otros ministerios.

  1. Sufrimos con aquellos a quienes pastoreamos.

Jeremías sufrió durante todo el asedio de Jerusalén; era el mismo pueblo que había rechazado su mensaje. Relató su agonía en el libro de Lamentaciones, pero conoció la compasión y la fidelidad de Dios en su sufrimiento (Lam. 3:22-23). Aprendemos más acerca de nosotros mismos y de Dios cuando atravesamos el sufrimiento que cuando experimentamos el éxito. ¡Esta es una gran belleza en medio del quebrantamiento! Dios usa el dolor para probar nuestra fidelidad. La forma en la que manejamos la aflicción es lo que demuestra a Dios el éxito verdadero. Puedo recordar los días cuando nuestra asistencia iba en ascenso. El orgullo ocupó un lugar a medida que miraba nuestro éxito, por lo que Dios tuvo que humillarme. Tuve que aprender a pastorear al pueblo a medida que la asistencia disminuía. El pecado, las circunstancias y el conflicto hicieron daño, pero escapar de ahí no era la solución. De forma irónica, es en nuestros fracasos en donde aprendemos el parámetro que Dios usa para medir el éxito. ¿Permaneceremos fieles al llamado de Dios cuando el ministerio vaya en disminución?

  1. Ningún ministerio llega a una culminación total.

Jeremías siguió enseñando al pueblo que su objetivo era poner su esperanza en el futuro de Dios. Predicaba acerca del amor fiel de Dios por su pueblo, incluso en tiempos de pecado. La gracia de Dios es mayor que nuestro pecado (Jer. 31:31-34). Tal vez Jeremías nunca vería las promesas cumplidas en el futuro de Dios, pero se negó a dejar de predicar el mensaje que restauraba la gracia al pueblo que pastoreaba. El ministerio de Jeremías quedó inconcluso. ¡También pasa con nuestros ministerios! Tarde o temprano, todos pasamos el ministerio a otros. Ya sea en iglesias que crecen de forma exponencial o en aquellas que se quedan con un número reducido de miembros, nuestros ministerios terminarán inconclusos.

Cuando llegó el día de mi jubilación del ministerio en una iglesia que había pastoreado durante 28 años, sabía que podía dejar batuta de relevo del liderazgo a otros pastores. Mi ministerio terminó con algunas partes por completar, porque la misma congregación seguía en el camino a ser completos; sin embargo, el llamado que Dios me hizo continúa. Nunca nos llegamos a jubilar del llamado de Dios en nuestras vidas. Me gusta la manera en la que Os Guinness lo presenta: “La vida de los seres humanos es una historia inconclusa, o tal vez una historia de puntos inconclusos. … por ello, nuestro llamado no solo tiene relevancia antes de la carrera, sino que debe permanecer más allá de la misma carrera. … podremos jubilarnos del trabajo, pero nunca de nuestro llamado. Es posible que nos lleguemos a quedar sin trabajo, pero nunca nos quedaremos sin llamado”.[2]

PERMANEZCAN FIELES, MIS AMIGOS. ¡PERMANEZCAN FIELES!
 

[1] Kent y Barbara Hughes, Liberating Ministry from the Success Syndrome (La liberación de ministerio del síndrome del éxito), Tyndale House Publishers, Inc., 1987.

[2] Os Guinness, The Call (El llamado): Finding and Fulfilling the Central Purpose of Your Life (Encuentre y cumpla con el propósito central de su vida), W Publishing Group, 2003, pág. 230.